
por Luis Álvarez Alday. Diplomado en Bioneuroemoción
Programación Neurolingüística y Terapeuta en Spiritual Healing
saludemocional.cl
La vida es un viaje constante de crecimiento y transformación, marcado por diversas etapas que nos desafían a reevaluar quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos. Uno de los períodos más significativos y, a menudo, intensos, es la crisis de la mediana edad, un concepto profundamente explorado por la psicología junguiana y que encuentra una interesante resonancia en la teoría de los septenios.
La Crisis de la Mediana Edad: Una Oportunidad Junguiana para la Individuación
Desde la perspectiva junguiana, la crisis de la mediana edad es un período de transición significativo que generalmente ocurre entre los treinta y cinco y los cuarenta años, aunque sus manifestaciones pueden ser intensas en este lapso. Es un momento crucial que marca el inicio de la segunda mitad de la vida, caracterizada por una profunda reevaluación de valores. El objetivo no es descartar los valores previos, sino integrarlos con sus opuestos, lo que implica desarrollar los aspectos de la personalidad que han permanecido desatendidos.
Esta crisis obliga a los individuos a revisar su vida y buscar un sentido más profundo. Se intensifica la conciencia del proceso universal de destrucción que culmina en la existencia, lo que a su vez impulsa una necesidad de crear y afirmar la propia vida y la de las generaciones futuras. Un aspecto fundamental de esta etapa es la confrontación con la sombra, el lado oscuro de la naturaleza humana. Las necesidades y valores más profundos tienden a cambiar el rumbo, pudiendo provocar un giro radical y obligando a romper viejos hábitos y cultivar capacidades latentes. Ignorar esta demanda puede llevar a la depresión, vista como una «noche oscura del alma».
Los síntomas psicológicos de esta crisis pueden incluir falta de instintos, nerviosismo, desorientación y enredo en situaciones imposibles, indicando una rebelión del inconsciente contra los valores conscientes. Jung sugirió que los problemas más grandes de esta etapa son a menudo insolubles lógicamente, expresando una polaridad necesaria, y se «sobrepasan» al elevar el nivel de conciencia, lo que les resta urgencia. Un estado de «quedar pendiente», aunque desafiante, puede ser una espera positiva que impulsa al individuo hacia la totalidad de su ser.
Para Jung, esta crisis es central para el proceso de individuación, que concibe el desarrollo humano como una guía para esta transición que, según él, falta en la sociedad contemporánea. Su propia intensa experiencia de crisis de mediana edad moldeó su comprensión de cómo la vida se divide en dos mitades: la primera enfocada en el establecimiento en el mundo y la familia, y la segunda en una reevaluación cultural y el despliegue de aspectos no desarrollados de la personalidad. Él veía la tarea fundamental del hombre de mediana edad como el restablecimiento del contacto con la figura del «hermano» (sombra). En resumen, la crisis de la mediana edad en la psicología junguiana es un momento crucial para la individuación, una oportunidad para integrar aspectos inconscientes y reevaluar la vida, llevando a un desarrollo más profundo y completo.
Los Septenios y los Chakras: Ciclos de Desarrollo Humano
La teoría de los septenios, propuesta por Rudolf Steiner como parte de la antroposofía y con influencia de Carl Gustav Jung, postula que el desarrollo humano se divide en ciclos de aproximadamente siete años, cada uno con transformaciones significativas en los ámbitos físico, emocional y espiritual. Aunque no hay una correspondencia directa universalmente aceptada, se pueden establecer conexiones interesantes entre los septenios y los chakras, los centros de energía ubicados a lo largo de la columna vertebral según antiguas tradiciones hinduistas y budistas. Ambos representan ciclos de transformación y crecimiento y abarcan los aspectos físico, emocional, mental y espiritual del ser humano, enfatizando un desarrollo integral. El número siete, considerado sagrado en muchas culturas, es significativo en ambos conceptos.
El sistema de septenios y chakras nos permite entender cómo transitamos energéticamente por la vida, comenzando por el Chakra 1 y volviendo a él después de completar el Chakra 7, en ciclos sucesivos.
Puede conocer más acerca de los septenios en este artículo:
Los chakras y su relación con los septenios de la vida
La Crisis de la Mediana Edad en el Marco de los Septenios y Chakras
Considerando que la crisis de la mediana edad generalmente ocurre entre los 35 y 49 años, los septenios más relevantes para este período son los asociados con el Chakra 6 (Tercer Ojo) y el Chakra 7 (Corona):
- Chakra 6: Tercer Ojo (Ajna) – 35 a 42 años / 84 a 91 años
- Este chakra, ubicado en el centro de la frente y asociado con el color índigo o violeta, se relaciona con la intuición, la sabiduría y la visión interna.
- Durante este septenio, las personas buscan profundizar en su autoconocimiento, desarrollar su intuición y encontrar un mayor sentido de propósito en su vida. Esto se alinea directamente con la búsqueda de sentido profundo y la reevaluación de valores de la crisis de la mediana edad.
- Equilibrado: Una intuición fuerte, claridad mental, sabiduría interior, conexión espiritual y capacidad para resolver problemas son señales de un Chakra 6 equilibrado.
- Desequilibrado: Confusión mental, dificultad para concentrarse, miedos, problemas de visión y falta de dirección en la vida son indicadores de desequilibrio.
- Recomendaciones: Se aconseja practicar la meditación y la atención plena, llevar un diario de sueños y visualizar imágenes para estimular este chakra. La confrontación con la sombra y los problemas insolubles de la crisis de la mediana edad requieren precisamente la claridad mental y la intuición que un Chakra 6 equilibrado puede proporcionar.
- Chakra 7: Corona (Sahasrara) – 42 a 49 años / 91 a 98 años
- Ubicado en la parte superior de la cabeza y asociado con el color violeta o blanco, este chakra se relaciona con la conexión espiritual, la conciencia cósmica y la trascendencia.
- En este septenio, las personas buscan una mayor conexión con lo divino, la trascendencia del ego y una comprensión más profunda de la existencia. Esto se corresponde con la conciencia de la destrucción y la búsqueda de un «suprasentido» que Jung asocia con la mediana edad.
- Equilibrado: Una profunda conexión espiritual, comprensión de la unidad de todas las cosas, paz interior y sentido de propósito cósmico caracterizan un Chakra 7 equilibrado.
- Desequilibrado: Desconexión espiritual, sentimiento de aislamiento, falta de propósito y egoísmo excesivo pueden ser señales de desequilibrio.
- Recomendaciones: Practicar la meditación, explorar prácticas espirituales y cultivar la gratitud son clave para equilibrar este chakra. La experiencia del infierno en la incapacidad de alcanzar el potencial y la necesidad de sentir y hacer lo no deseado, como lo describe Jung, puede ser un reflejo de un Chakra Corona desequilibrado, donde hay una desconexión con un propósito superior y un sentido de plenitud.
Una Sinergia para el Autodescubrimiento
La interconexión entre la crisis de la mediana edad junguiana y los septenios de los chakras es profunda. La reevaluación de valores, la búsqueda de un sentido más profundo, la confrontación con la sombra y el proceso de individuación, características centrales de la crisis de la mediana edad, se ven reflejados y potencialmente facilitados por el trabajo consciente con los chakras del Tercer Ojo y la Corona. Estos chakras, que se activan en los septenios de los 35 a los 49 años, promueven la intuición, la sabiduría interna, la conexión espiritual y la trascendencia, herramientas esenciales para navegar los desafíos y oportunidades de esta etapa vital.
Mantener equilibrados nuestros chakras es de vital importancia a lo largo de los diferentes septenios de vida. Al atender el desarrollo emocional, psicológico y espiritual que cada chakra representa, y en particular los asociados con la mediana edad, podemos enfrentar los desafíos con mayor claridad, fortaleza emocional y conexión espiritual. Este enfoque integral nos permite no solo sobrevivir a la crisis de la mediana edad, sino transformarla en una oportunidad para la autorrealización y la plenitud, cultivando un flujo de energía armonioso y viviendo de manera más auténtica, satisfactoria y significativa.